𝗣𝗼𝗿 𝗠𝗮𝗿𝘆𝘁𝗲́ 𝗧𝗶𝗿𝗮𝗱𝗼
Querido desconocido del balcón,
La vida es un viaje de encuentros y desencuentros, de momentos que nos hacen sentir vivos y otros que nos dejan con el corazón vacío. Pero creo que de eso se trata la vida, de ser, ir y estar en el momento exacto que te haga coincidir con alguien que valga no solo la pena, sino el tiempo y la vida invertida.
Recuerdo la forma en que te acercaste, con una mezcla de curiosidad y seguridad que me hizo sentir cómoda y atraída al mismo tiempo. No hubo presentaciones formales, solo un nombre y un apellido, pero fue suficiente para saber que entre nosotros se daría algo especial.
En solo un día, pasamos de platicar en un balcón a encontrarnos en un matrimonio al otro lado de la ciudad, y luego a viajar bajo la luna, tomados de la mano en la intimidad de la noche. Caminamos por las callecitas empedradas de un pueblo que parecía haberse detenido en el tiempo, pero que, para nosotros se llenó de vida cuando vimos el amanecer azul comenzar a aclarar entre los tejados de tu ciudad.
No sé qué fue lo que nos conectó, pero siento que veníamos de otro tiempo, que habíamos pactado encontrarnos en ese lugar y en ese momento exacto. Fue como si la vida hubiera conspirado para conocernos. Nadie vuelve de un viaje como se fue, y yo volví cambiada, con el corazón lleno de ti.
Me quedo con el recuerdo de tu autenticidad, de nuestra fragancia que olía a vida, y de los gestos simples que no voy a olvidar. Aunque no hubo despedidas ni promesas al viento, siento que nuestra conexión fue real, y que también un pedacito mío se quedó contigo.
Vuelve siempre a esos lugares donde fui feliz, y tal vez, puedas encontrarme de nuevo en otro balcón, en otra ciudad, en otro momento.
Nos leemos pronto. Con cariño,
Maryté. 
